domingo


Emilie empezaba a cansarse de escuchar los sermones de su familia, sobre todo escuchar el mismo sermón todos los día sobre que hacer con su vida, siempre en la living de su casa, empieza a ojear un libro sobre publicidad, al que su padre estaba observando, el libro no tenia nada mas que dibujos y sin diálogos. « ¿Y de qué sirve un libro con dibujos y sin diálogos?», se preguntaba Emilie.


Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de escribir un cuento la compensaría del trabajo de levantarse e ir a buscar un lápiz y papel, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.


No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Emilie muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Emilie se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto.


Un momento más tarde, Emilie se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.


Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Emilie no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo.


O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Emilie, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros: aquí y allá vio mapas y cuadros, colgados de clavos. Cogió, a su paso, un libro de los estantes. Llevaba una etiqueta que decía: ¿Qué ES PUBLICIDAD?, pero vio, con desencanto, que estaba vacío.

No le pareció bien tirarlo al fondo, por miedo a matar a alguien que anduviera por abajo, y se las arregló para llevárselo, sentía que para algo le serviría mientras seguía descendiendo.


«¡Vaya! », pensó Emilie. « ¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado!» (Y era verdad.)Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?

-Me gustaría saber que es lo que tiene este libro -dijo en voz alta, ojeando las paginas en blanco-.
Tengo que estar bastante cerca del centro de la tierra. Espero llegar pronto para observar bien el libro, pues al parecer tiene unas letras transparente

Como veis, Emilie había empezado a interesar en aquel libro, como había estado antes en las clases, por lo que llevaba un lápiz, que le serviría mucho para volver a marcar las letras y aunque no era un momento muy oportuno para presumir de sus conocimientos en caligrafía, ya que no había nadie allí que pudiera escucharla, le pareció que empezar a escribir le servía de repaso.


-Sí, está debe de ser un libro de publicidad... pero me pregunto ¿Qué será esa cosa?.


Emilie no tenía la menor idea de lo que era la Publicidad, pero le pareció bien decir que era una palabra tan bonita e impresionante. Enseguida volvió a empezar.


-¡A lo mejor Publicidad es un país! ¡Qué divertido sería salir donde vive gente publicitaria! Creo que ahora tendré que preguntarles el nombre del país. Por favor, señora, ¿estamos en Chile o en Publicidad?


Y mientras decía estas palabras, ensayó una reverencia. ¡Reverencias mientras caía por el aire! ¿Creéis que esto es posible?


-¡Y qué criatura tan ignorante voy a parecerle! No, mejor será no preguntar nada. Ya lo veré escrito en alguna parte del libro.

Abajo, abajo, abajo. No había otra cosa que hacer y Emilie empezó enseguida a hablar otra vez, ojeando nuevamente el libro y escribiendo.


-¡Temo que Harry me echará mucho de menos esta noche! (Harry era la gato.) Espero que se acuerden de su platito de leche a la hora del té. ¡Harry, me gustaría tenerte conmigo aquí abajo! En el aire no hay ratones, claro, pero podrías cazar algún murciélago, y se parecen mucho a los ratones, sabes. Pero me pregunto: ¿comerán murciélagos los gatos?


Al llegar a este punto, Emilie empezó a sentirse medio dormida y siguió diciéndose como en sueños: « ¿Publicidad es un país? ¿Publicidad es un país?» Y a veces: « ¿Comen gatos los murciélagos?» Porque, como no sabía contestar a ninguna de las dos preguntas, no importaba mucho cual de las dos se formulara. Se estaba durmiendo de veras y empezaba a soñar que El libro de publicidad le hablaba y empezaba a persuadirla y le hacia deciar hacer publico un mensaje sobre algo o alguen, como un secreto, donde le preguntaba: «Ahora libro, dime la verdad, ¿Publicidad es un país?», cuando de pronto, ¡cataplum!, fue a dar sobre un montón de ramas y hojas secas. La caída había terminado.


Emilie no sufrió el menor daño, y se levantó de un salto. Miró hacia arriba, pero todo estaba oscuro. Ante ella se abría otro largo pasadizo, y alcanzó a ver en él al Conejo Blanco, que se alejaba a toda prisa. No había momento que perder, y Emilie, sin vacilar, echó a correr como el viento, y llego justo a tiempo para oírle decir, mientras doblaba un recodo:

-¡Válganme mis orejas y bigotes, qué tarde se me está haciendo, tengo que llegar pronto a dar mi discurso sobre publicidad!... ¿como era que empezaba?... queridos señores de la corte, como ustedes dicen que publicidad es:

  • Querido O´Guinn, Allen y Semenik, (autores del libro "Publicidad"), ustedes definen a la publicidad de la siguiente manera: "La publicidad es un esfuerzo pagado, trasmitido por medios masivos de información con objeto de persuadir".
  • Queridos Kotler y Armstrong, (autores del libro "Fundamentos de Marketing"), definen la publicidad como "cualquier forma pagada de presentación y promoción no personal de ideas, bienes o servicios por un patrocinador identificado".
  • Queridos Stanton, Walker y Etzel,(autores del libro "Fundamentos de Marketing"), la publicidad es "una comunicación no personal, pagada por un patrocinador claramente identificado, que promueve ideas, organizaciones o productos. Los puntos de venta más habituales para los anuncios son los medios de transmisión por televisión y radio y los impresos (diarios y revistas). Sin embargo, hay muchos otros medios publicitarios, desde los espectaculares a las playeras impresas y, en fechas más recientes, el Internet".
  • También Según la American Marketing Asociation, la publicidad consiste en "la colocación de avisos y mensajes persuasivos, en tiempo o espacio, comprado en cualesquiera de los medios de comunicación por empresas lucrativas, organizaciones no lucrativas, agencias del estado y los individuos que intentan informar y/o persuadir a los miembros de un mercado meta en particular o a audiencias acerca de sus productos, servicios, organizaciones o ideas".

Terminando mi honorable discurso querido parlamento les defino publicidad como una técnica relativamente nueva, que sólo ahora se halla en camino de sistematizarse totalmente.

http://www.promonegocios.net/mercadotecnia/publicidad-definicion-concepto.html

Iba casi pisándole los talones, pero, cuando dobló a su vez el recodo, no vio al Conejo por ninguna parte. Se encontró en un vestíbulo amplio y bajo, iluminado por una hilera de lámparas que colgaban del techo.


Había puertas alrededor de todo el vestíbulo, pero todas estaban cerradas con llave, y cuando Emilie hubo dado la vuelta, bajando por un lado y subiendo por el otro, probando puerta a puerta, se dirigió tristemente al centro de la habitación, y se preguntó cómo se las arreglaría para salir de allí.


De repente se encontró ante una mesita de tres patas, toda de cristal macizo.


No había nada sobre ella, salvo una diminuta llave de oro, y lo primero que se le ocurrió a Emilie fue que debía corresponder a una de las puertas del vestíbulo. Pero, ¡ay!, o las cerraduras eran demasiado grandes, o la llave era demasiado pequeña, lo cierto es que no pudo abrir ninguna puerta. Sin embargo, al dar la vuelta por segunda vez, descubrió una cortinilla que no había visto antes, y detrás había una puertecita de unos dos palmos de altura. Probó la llave de oro en la cerradura, y vio con alegría que ajustaba bien.


Emilie abrió la puerta y se encontró con que daba a un estrecho pasadizo, no más ancho que una ratonera. Se arrodilló y al otro lado del pasadizo vio el jardín más maravilloso que podáis imaginar. ¡Qué ganas tenía de salir de aquella oscura sala y de pasear entre aquellos macizos de flores multicolores y aquellas frescas fuentes! Pero ni siquiera podía pasar la cabeza por la abertura. «Y aunque pudiera pasar la cabeza», pensó la pobre Emilie, «de poco iba a servirme sin los hombros. ¡Cómo me gustaría poderme encoger como un telescopio! Creo que podría hacerlo, sólo con saber por dónde empezar.» Y es que, como veis, a Emilie le habían pasado tantas cosas extraordinarias aquel día, que había empezado a pensar que casi nada era en realidad imposible.


De nada servía quedarse esperando junto a la puertecita, así que volvió a la mesa, casi con la esperanza de encontrar sobre ella otra llave, o, en todo caso, un libro de instrucciones para encoger a la gente como si fueran telescopios. Esta vez encontró en la mesa una botellita («que desde luego no estaba aquí antes», dijo Emilie), y alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra «BEBEME» hermosamente impresa en grandes caracteres.
Está muy bien eso de decir «BEBEME», pero la pequeña Emilie era muy prudente y no iba a beber aquello por las buenas. «No, primero voy a mirar», se dijo, «para ver si lleva o no la indicación de veneno.» Porque Emilie había leído preciosos cuentos de niños que se habían quemado, o habían sido devorados por bestias feroces, u otras cosas desagradables, sólo por no haber querido recordar las sencillas normas que las personas que buscaban su bien les habían inculcado: como que un hierro al rojo te quema si no lo sueltas en seguida, o que si te cortas muy hondo en un dedo con un cuchillo suele salir sangre. Y Emilie no olvidaba nunca que, si bebes mucho de una botella que lleva la indicación «veneno», terminará, a la corta o a la larga, por hacerte daño.


Sin embargo, aquella botella no llevaba la indicación «veneno», así que Emilie se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla), se lo acabó en un santiamén.

Continuara......

Les dejo un ejemplo de un anuncio publicitario con la mejor manera de atraernos y persuadirnos a nosotros los consumidores:

www.youtube.com/v/GKVDSurAFo4&hl=en&fs=1&color1=0x402061&color2=0x9461ca&border=1">

Mas adelantes hablaremos sobre comunicación publicitaria, la publicidad y sus ámbitos, los medios publicitarios y otros muchos temas.


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